Esta narración de Lucas tiene su fuente en Marcos 1,16-20. Allí la llamada a los primeros discípulos está al comienzo de su evangelio. En Lucas esta llamada viene después de su presentación en la sinagoga de Nazaret. De este modo se explica mejor la pronta respuesta de sus discípulos. Es frecuente en la Biblia que antes de confiar una tarea importante a alguna persona, Dios se revele a través de un signo que manifieste su poder. La pesca milagrosa prepara a los discípulos para seguir a Jesús.
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret; y vio dos barcas que estaban junto a la orilla: los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
El narrador coloca a Jesús a orillas del lago. Es fácil imaginar la escena, llega un profeta itinerante de gran fama y la noticia corre como la pólvora, por lo que la gente abandona sus quehaceres para escuchar al recién llegado. La gente se agolpa, para escuchar la Palabra de Dios. Jesús habla como enviado: es Dios el que habla a través de él. La llamada de los primeros discípulos tiene como marco el lago y un fondo de multitudes. Y todo empieza con la mirada de Jesús. "Vio", así comienzan también las llamadas de discípulos en Marcos. Lucas habla de lavar redes después de la pesca nocturna y Marcos de remendarlas. Entre las apreturas de la gente y lo que le ofrecerán los pescadores, está la mirada de Jesús que llama.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.»
Allí se conocían todos, Jesús ya conoce al grupo de pescadores, ya "les había echado el ojo". Era un grupo familiar y de amigos bien constituido, liderado por Simón. Más tarde vendrá la elección (6,12-16). Jesús habla de pie y es consciente que no puede ser oído más que por los que se han situado a su lado. El evangelista no quiere relatar un discurso sino un milagro.
Simón contestó: «Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.» Y, puestos a la obra hicieron una redada de peces tan grande, que reventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían.
La respuesta de Simón es vacilante, entre la del pescador y la del discípulo. Como pescador no tiene nada que aprender de un hombre de tierra adentro. Se lo dice claramente: no se pesca a mediodía, sobre todo si no se ha cogido nada por la noche. Y los remeros están cansados. Pero Simón, el líder de aquella cuadrilla de obreros, reconoce ya en Jesús un liderazgo, una autoridad, mayor que la suya. Le llama "maestro". A partir de entonces, los discípulos, cuando se dirijan a Jesús, lo llamarán así, pues lo consideran un líder. La "noche" representa el pasado infructuoso de la actividad del grupo, que ha experimentado la ineficacia de los medios humanos, en los que tanto confiaban. El resultado de la nueva actividad asumida por el grupo bajo las directrices de las enseñanzas de Jesús es totalmente otro, "capturan tal cantidad de peces..." la nueva experiencia es compartida por los socios de la otra barca, el otro grupo humano que sintonizaba y eran compañeros de Simón. El fruto abundante será una constante de la actividad humana llevada a cabo bajo las directrices de Jesús.
Al ver esto, Simón Pedro, se arrojó a los pies de Jesús, diciendo: Apártate de mi, Señor, que, soy un pecador. Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús le dijo a Simón: No temas: desde ahora serás pescador de hombres. Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.
Pedro se fía de la palabra de Jesús, tiene una experiencia de fe. Y él, que no es un judío practicante, se siente indigno/impuro ante Jesús, que viene a liberar precisamente a los que son tenidos por "pecadores". La expresión, según Fitzmyer, no significa: «Sal de la barca», sino más bien: «No te juntes conmigo» "Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban. El texto insiste en la existencia de una comunidad humana y en el liderazgo de Simón, antes de la llamada. Jesús asume las realidades humanas, pero cambia su dirección. Desde ahora serás... uno y otro grupo dejan los valores en que confiaban hasta ahora, y empiezan el seguimiento de Jesús, seguimiento al que serán invitados todos los que quieren ser sus discípulos. La traducción literal: «cogerás vivos a hombres», aunque no tiene sentido en castellano, deja traslucir el significado salvífico de la expresión. Pescar es imagen de apostolado, como será después pastorear; la abundancia de pesca puede simbolizar para la comunidad la expansión de la Iglesia.
PREGUNTAS
1. "La gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la Palabra de Dios"
Ya dijimos que la escucha de la Palabra era un tema muy querido por Lucas, tanto en su evangelio como en el libro de los Hechos. Quizá haya detrás, en su iglesia o comunidad, como bien nos dice Marco Laconi, (Lucas y su iglesia. Verbo Divino) un cierto abandono de la escucha y la predicación de la Palabra, por eso su insistencia. De ahí que en el centro mismo de su evangelio (10,38-42) sitúe la escena de Marta y María. Marta simboliza la "diakonía", el servicio dentro de la iglesia y María la escucha. Lucas no pretende minimizar la hospitalidad de Marta pero le advierte a su iglesia y también a la nuestra de hoy que sin la parte de María -escucha atenta y asidua de la palabra de Jesús- viene a menos la "diakonia" (servicio) perdiendo autenticidad y valor.
Escuchar la palabra del Señor es la condición para que el servicio no sea estéril. Y no solo hay que escuchar la Palabra, sino conservarla y meditarla, como hace María, su madre. (2,19.51). Y es necesario la intima conservación de la palabra escuchada, para que no pase de largo estéril y sin provecho, sino que siga resonando dentro, como en dialogo continuo. Como María, que la guardaba en su corazón para la comprensión profunda que luego da frutos (8,15) Y escuchar para anunciar.
Pero ¿Qué es lo primero? Lucas parece decirle a su iglesia y a la nuestra: en lugar de pretender que el mundo escuche a la iglesia, ésta debería ante todo escuchar la palabra de Jesús. No hay anuncio sin escucha. Y hay que dejarse guiar por el mejor maestro: el Espíritu, que revela lo más profundo a los sencillos y conduce a los más humildes. Nos falta a todos quizás sencillez y humildad. Y hacer silencio, apagando la jaula de grillos que tenemos dentro.
• Cuando escucho la Palabra, ¿Siento en mí la llamada: a una vida nueva, a la liberación de mis ataduras y la conciencia de mis posibilidades?
2. "No hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes".
Cuando Jesús les dice dónde y cuándo tienen que pescar ellos le replican que todo esfuerzo ha sido inútil. Pero se fían de él y hacen lo que les dice, posiblemente por no contrariarlo. Eso es fe. La fe es fiarse de lo que me han transmitido los primeros testigos, porque el martirio de muchos de ellos avala la autenticidad de sus palabras. La fe es el encuentro con Alguien que nos amó primero y que nos lanza hacia lo insospechado. La fe es lanzarse hacia adelante sabiendo que hay unas manos que me agarran, me sostienen, me levantan, me impulsan, me acogen, me consuelan.
El primer acto de fe es creer en un mismo. Tener autoestima y saberla dar a nuestros hijos, a nuestra pareja, a nuestros amigos... Es importante el concepto que tenemos de nuestra valía personal y de nuestra capacidad y el respeto y consideración que nos tenemos a nosotros mismos.
El secreto, las más de las veces, está en la decisión. Cuando tenemos claro lo que queremos conseguir, el primer paso es decidirse. Detrás de muchos fracasos hay una decisión a medio tomar. Hay que echar la red al agua, como Pedro, si uno quiere llevarse la sorpresa de conseguir una pesca abundante. Y remar mar adentro... No es bueno estar tranquilo en la playa viéndolas venir o excusarnos en impotencias... hay que remar adentro. Hay que "mojarse".
• ¿Me cuesta decidirme? ¿Por qué?
• ¿Me mojo o solo las “veo venir”?
3. "Apártate de mi, Señor, que, soy un pecador".
Pedro reconoce ante todo su pecado y su absoluta indignidad para convivir de cerca con Jesús. Él lo sabe, pero solo así podrá comprender mejor su mensaje de perdón y acogida a todos. Todos somos pecadores. La iglesia es santa porque vive animada por el Espíritu Santo de Jesús, pero es pecadora por que no pocas veces se resiste a ese Espíritu y se aleja del evangelio. Bien que nos lo repite el Papa Francisco. Todos necesitamos conversión.
El episodio concluye con un último cambio de realidad. Pedro esperaba que el Señor lo confirmara en su sentimiento de penitencia, y, en cambio, Jesús dice: "No temas; de ahora, desde este momento serás pescador de hombres". Es un trastornar la situación. Antes, de un Pedro orgulloso de sí, hace un hombre que sabe lanzarse en la confianza; de este hombre lleno de confianza, saca un hombre que sabe reconocer espontáneamente la propia pobreza; ahora, de este hombre humillado en su pobreza, saca un hombre lleno de su confianza.
• Soy pecador, pero ¿confío en la Misericordia del Señor?
4. LA MIRADA QUE LLAMA
Lo dejaron todo. Merecía la pena. Cuando se sigue de veras a Jesús, no cuesta dejar, porque no se deja nada, con él se tiene ya todo. ¿Qué tendría aquella mirada de captadora, de sublime, de tierna? Y Jesús nos llama a todos. No solo a los más santos, a los más dotados, a los mas inteligentes o a los menos pecadores... Jesús tiene necesidad de nosotros. Cada una, cada uno está encargado de anunciar con su comportamiento y compromiso que Jesús viene a liberar a los hombres y mujeres de todo cuanto les ata, de todo lo que impide crecer como persona. Seguir a Jesús. Esta es la meta, y este es el camino al mismo tiempo.
• ¿Cómo es mi seguimiento, qué alegrías y dificultades encuentro?
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